Historia

La Fiesta de la Cruz debió aparecer en la liturgia de la Iglesia cristiana como un trasunto o extrapolación del rito naturalista y pagano vinculado al culto a la naturaleza, a la fertilidad y a la vida, conceptos todos ellos referentes a la primavera, y asociados a ritos ancestrales que ya celebraban los romanos en honor de Flora y la diosa itálica Maya, deidades que venían a personificar el crecimiento de la vegetación, la exuberancia de la primavera y la fertilidad de la tierra.

Con la expansión del Cristianismo, y al igual que debió suceder con otros ritos, como pudiera ser el de las candelas, la Iglesia sustituyó el culto al árbol-mayo pagano, por el culto al árbol-cruz, dotado de un contenido y significado distintos, vinculados a partir de entonces a la doctrina cristiana, sin embargo no fue posible erradicar en su totalidad ciertos elementos y manifestaciones propias del viejo rito pagano; es el caso de la celebración o festividad de la Maya, acto de marcado carácter alegórico-pagano muy común en numerosas zonas de España hasta el siglo XVIII, esta manifestación festiva tenía como protagonista a una joven de unos 12 años a la que se engalanaba vistiéndola de blanco y engalanándola con adornos, joyas y flores; en torno a ella y su corte de jovencitas se bailaba y cantaban cancioncillas alusivas a la primavera, a la juventud y a la fertilidad. Esta vieja costumbre sufrió un duro ataque en tiempos del conde de Aranda, ministro del rey Carlos III, y también por parte del propio rey, quien mediante Cédula Real, en 1785 ordenaba que ninguna persona sea del estado que fuese, se presente y vista de Maia, ni ande con platillos pidiendo, ni los padres ni otras personas permitan a sus hijos que usen de tales trajes, y que tampoco formen altares en las calles, portales ni otros sitios profanos, pues con semejante pretexto se molesta a las gentes con petitorias o demandas.

En este sentido, afirma González Palencia en LA MAYA. NOTAS PARA SU ESTUDIO (1944), que en el siglo XIX se había perdido la costumbre de levantar el altar a la maya, solamente, como resto de aquella tradición, en los primeros días de mayo multitud de niños y niñas con una cruz de madera, recorrían las calles y pedían a los transeúntes.

La fiesta de la Cruz, hemos de entenderla, por tanto como el resultado de una compleja evolución derivada de la fusión de ancestrales ritos y costumbres paganas vinculadas a la primavera y principios religiosos pertenecientes a la doctrina cristiana; el pueblo, siempre sabio y atento, supo acoger una fiesta nueva, la religiosa y sagrada, que tenía mucho que ver con su fiesta ancestral y pagana.

Todo lo hasta ahora expuesto son generalidades derivadas de teorías más o menos discutibles, aspectos muy comunes vinculados a celebraciones paganas propias de la primavera que con muchas variaciones debieron pervivir y mantenerse en numerosas localidades de España y Extremadura donde hoy se celebran las CRUCES DE MAYO.

Indagando en lo que nos atañe, en las CRUCES DE FERIA, cabe plantearnos una serie de cuestiones con intención de aproximarnos a la comprensión de su verdadera esencia:

Las cuestiones que apuntamos resultan todas complejas, y sobre ellas aún existen numerosas incógnitas, unas veces por carecer de fuentes explícitas, y en otros casos por la falta de documentación que pudiera arrojar algo de luz sobre tales planteamientos.

La tradición atribuye la implantación de la Festividad de la Santa Cruz en Feria, a los IV Condes, Don Pedro Fernández de Córdoba y Figueroa, y especialmente a su esposa, Ana Ponce de León, originaria de Marchena (Sevilla), nacida el día 3 de mayo de 1527, mujer que, según las fuentes, dio sobradas muestras de virtuosismo, religiosidad y fervor hacia la Santa Cruz. Estos precedentes pueden constituirse en sólida base para suponer que la condesa implantara en su señorío esta festividad por coincidir con la fecha de su nacimiento, es más, esta aparente coincidencia toma cuerpo cuando se analizan y comprueban las similitudes que aún hoy existen en vestir, adornar y rendir culto a las cruces en Feria y en numerosos lugares de Andalucía, especialmente en poblaciones de las comarcas de Aracena , el Andévalo (Huelva), y los Pedroches (Córdoba) entre otras, siendo significativa la pervivencia aún de esta tradición en la localidad de Priego (Córdoba) solar originario de la propia suegra de Ana Ponce de León, la que fuera Dª Catalina Fernández de Córdoba, segunda marquesa de Priego, con quien la condesa Ana mantuvo un estrecho vínculo de convivencia. Sin embargo, y a pesar de tanta coincidencia, no existe un apoyo documental preciso y concreto que permita confirmar esta teoría.

Sí existe, en cambio documentación sobre una antigua COFRADÍA DE LA VERA CRUZ, cuyo primer libro de cuentas data del año 1713 en el que se hace referencia a otro anterior, por lo que podemos deducir la posibilidad de que esta institución ejerciera su labor en determinados momentos del siglo XVII. Cabe preguntarnos si esta cofradía tendría vínculos o no con la hipotética implantación de las fiestas por la ya referida condesa Ana, no lo sabemos, no hay fuentes que lo avalen, y tampoco se conocen cuáles fueron los fines iniciales, además de los estrictamente religiosos, de esta cofradía, que por otra parte, manifiesta un escaso movimiento económico en sus libros de cuentas a mediados del siglo XVIII, momento en que dicha cofradía disponía entre sus elementos de culto de una Cruz dorada, buena, que es la que tiene la Cofradía y saca en las procesiones, según consta en su libro de cuentas con fecha de 1754, talla, por otra parte, que puede enmarcarse dentro de la corriente barroca de dicha centuria, procedente de algún taller sevillano y con influjos evidentes del barroco portugués al incorporarse espejos en su cuerpo, disponía además (la Cofradía) de dos pendones de damasco negros, y cruz roja en el centro, rematando uno de ellos en una cruz de plata.

Las ordenanzas o principios por los que se regía esta COFRADÍA DE LA VERA CRUZ se desconocen, pero de ellos se desprende que entre sus fines básicos destacaron dos: dar culto a la Cruz, y asistir a los hermanos fallecidos en el momento de su muerte, siendo obligatorio velarlo y participar en el entierro; esta institución que estaba perfectamente organizada en 1712 bajo el mando de un mayordomo, dos depositarios y cuatro regidores, constaba en 1754 de un total de 780 hermanos registrados, de los cuales 398 eran varones y 382 mujeres.

Desde mediados del XVIII y hasta el año 1809, un año después de comenzar la Guerra de la Independencia contra los franceses, esta Hermandad mantuvo su actividad, sin embargo a partir de entonces y hasta 1883 existe un absoluto vacío documental que nos impide conocer si la Hermandad continuó o no ejerciendo su labor. Será en 1883, después de setenta y cuatro años de inestabilidad política, cuando se constate nuevamente una actividad organizada ahora bajo un nuevo concepto: SOCIEDAD DE LA SANTA CRUZ, y con nuevos fines, en este caso asistenciales-religiosos para suplir, posiblemente, la ineficacia de la beneficencia municipal y de la administración en materia asistencial, y la falta de previsión en el trabajo.

Llegados a este punto cabe plantearnos la posibilidad de que la Hermandad se viera de un modo u otro impregnada por las nuevas corrientes socio-ideológicas vinculadas a los principios del catolicismo social, (respuesta dada por la Iglesia, a partir de la encíclica Rerum novarumen 1891 al auge del sindicalismo obrero laico); esta nueva corriente tuvo especial resonancia en el medio rural, donde se mantenía una mentalidad tradicional y la Iglesia gozaba de gran influencia, no obstante los planteamientos de la nueva corriente pronto se amoldaron a los intereses de los grupos conservadores para adaptarse, entre otras, a las necesidades y exigencias de los propietarios rurales.

Conceptos como sociedad, subsidio, socorro, cuota, fondos, préstamo, crédito, aparecen con frecuencia en las actas de la Hermandad, términos todos ellos que nos permiten deducir que la Hermandad de la Santa Cruz de Feria a finales del siglo XIX y principios del XX tenía, además de un sólido fundamento religioso-cristiano otro socio-laboral vinculado a las necesidades de los nuevos tiempos. Fue, además, en este contexto cuando la mujer desaparece formalmente de esta institución, las razones que explican este hecho hemos de encuadrarlas dentro del ambiente y de la mentalidad rural decimonónica: si la Hermandad de la Santa Cruz es una sociedad socio-religiosa cuyo fin es proteger a la familia en caso de enfermedad del cabecera, habría de ser este quien formara parte de ella y quien habría de pagar la cuota correspondiente que, a su vez, le daría derecho al cobro de socorros (subsidios) en caso necesario.

En cuanto a la ayuda o asistencia, esta consistía en abonar a los cofrades (hermanos o socios) un subsidio (socorro) que variaba según los fondos existentes y según el incremento de la carestía de la vida, de modo que en 1904 se pagaban 75 céntimos diarios a los hermanos enfermos, y 5 pesetas al mes a los enfermos crónicos. El estado económico de esta Hermandad ?según se deduce de sus actas- debió resultar bastante inestable, llegándose a disolver en el año 1905 ante la imposibilidad de garantizar el abono de socorros a los cofrades por falta de fondos, volviendo a resurgir cinco años después, en 1910, con el mismo carácter asistencial, contemplando ahora sus ordenanzas, la posibilidad de conceder préstamos en fracción de 25 pesetas, a aquellos socios que lo solicitaran, al 3% de interés. En esta tónica y desempeñando esta labor asistencial debió evolucionar la Hermandad hasta 1920, año en que entra en un nuevo periodo de crisis que culminaría en 1934, cuando la Junta Directiva en funciones presenta su dimisión como consecuencia de la agitación social existente, la decadencia llegó a tal punto que las cuentas arrojaban un saldo negativo de 1.400 pesetas porque los hermanos no pagaban, a excepción de muy pocos.

Al comenzar la Guerra Civil (1936) desaparece todo tipo de actividad vinculada a la Hermandad, eran tiempos difíciles en todos los sentidos, con una sociedad dividida y enfrentada; será posteriormente, en la década de los 50, cuando realmente reaparezca con fuerza renovada para llegar a la situación actual, en la que ha desaparecido aquella función asistencial, se han introducido más actividades profanas y lúdicas, a la vez que se han recuperado y fortalecido otros aspectos tradicionales: instalación de cruces, vistosidad de la procesión, recuperación de la Entrega desde 1979, alcanzando esta Hermandad uno de sus momentos más álgidos el día 1 de diciembre de 1981, cuando el Ministerio de Turismo, a través de la Secretaría de Estado, declara DE INTERÉS TURÍSTICO LAS FIESTAS DE LA SANTA CRUZ DE FERIA; el aval de su historia, su pervivencia a lo largo del tiempo, el impulso y el esfuerzo que el pueblo ha manifestado por mantener esta tradición, la riqueza de los actos folclóricos que la acompañan, entre otros aspectos la hicieron merecedora de tal distinción.

 

 

Desde entonces y hasta hoy las FIESTAS DE LAS CRUCES DE FERIA, han adquirido gran protagonismo en todos los sentidos y bajo todos los puntos de vista; a nivel local porque continúa siendo la principal seña de identidad, repleta de emotividad, para toda aquella persona vinculada a Feria de un modo u otro; a nivel cultural por la variedad, riqueza y vistosidad de sus manifestaciones; a nivel histórico por la trayectoria y la pervivencia del rito, pero también por los múltiples aspectos que sobre el mismo aún no se conocen con absoluta certeza; y a nivel antropológico por las posibles conexiones que puedan existir entre las ancestrales tradiciones de origen naturalista-pagano y los contenidos doctrinales vinculados a la tradición cristiana.

 

 

Este apartado ha sido redactado e ilustrado por José Muñoz Fernández, tomando como referencia las fuentes bibliográficas siguientes:

CARO BAROJA, Julio: La Estación de Amor. Fiestas populares de Mayo a San Juan. Madrid. Taurus. 1983.
CARO BAROJA, Julio: Ritos y mitos equívocos. Madrid, Istmo, 1974.
Libro de Actas de la Hermandad de la santa Cruz 1892? 1967.
MUÑOZ GIL, José: La Villa de Feria. Tomo I. Cap. IV. Diputación Provincial de Badajoz, 2001.
MUÑOZ GIL, José: La Villa de Feria. Tomo II. Cap. VIII. Diputación Provincial de Badajoz, 2001.
PORRO HERRERA, Mª José: Del mito al rito: La entrega de la Cruz. Centro de Estudios Extremeños, 2001.
REPORTAJE FOTOGRÁFICO FIESTAS DE LA SANTA CRUZ DE FERIA. AÑO 2007.
TEJADA VIZUETE, Francisco: Manifestaciones folklóricas de la Baja Extremadura. Revista de Estudios Extremeños, 1987.

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